LA OTRA TRANSFORMACIÓN
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La otra transformación (I)


Escrito por: Mario Alberto Puga

Politólogo y ex diplómatico

2025-10-10

La otra transformación (I)

 

Este primer año de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum confirma, por un lado, que el proyecto de la cuarta transformación se ha consolidado como el camino del México de hoy para rescatar del olvido a la mayoría de la sociedad, que había sido excluida por los gobiernos neoliberales y establecer un proyecto incluyente, es decir, de todos y para todos. Por otro, corre el riesgo de no trascender más allá de eso, si no trastoca los verdaderos pilares del atraso y subdesarrollo mexicanos y de una sociedad disfuncional que obliga a todos a buscar formas alternas para sobrevivir.

 

Mientras no “arreglemos” esa sociedad disfuncional, los caminos para convivir seguirán siendo la corrupción, el chantaje y los arreglos en la obscuridad. De esa forma, la otra transformación debería preocuparse más en el buen funcionamiento del sistema, que en tratar de cambiar a las personas una por una. Lo que está mal es el sistema, no la gente. Si la cuarta transformación quiere realmente trascender a sus antecesoras, que provocaron esa sociedad disfuncional por siglos -desde los españoles hasta los priistas y panistas-, entonces debe concentrarse más en cambiar ese sistema perverso.

 

Me explico. A lo largo de nuestra historia hemos construido sociedades sin planeación, orden y legalidad, donde todo el mundo hace lo que quiere, sin que el Estado haya podido o querido controlarla, guiarla o gobernarla, pues gobernar no es hacer nada. El resultado está a la vista: ciudades capitales, como la CDMX, Guadalajara, Monterrey y otras, sobrepobladas, anárquicas, desbordadas, con servicios deficientes, tránsito insoportable, accidentes y gente que busca por todos lados sobrevivir a ese caos, pasándose semáforos, vueltas y sentidos, porque es imposible obedecer la legalidad, convirtiendo a las personas en transgresores de la ley por necesidad.

 

Lo mismo pasa con nuestro sistema político, donde la corrupción es todavía el motor que lo hace caminar, pues también es disfuncional. Y ahora sabemos, al agotarse todas las posibilidades -derecha, centro, izquierda-, que la corrupción no entiende de ideologías, sino, peor aún, es un mal que aqueja a todos los mexicanos desde que tiene que lidiar con el poder. No sabemos lidiar con el poder, por lo que hemos convertido la noble actividad de hacer política, en una porquería.

Recuerdo esa pregunta que hacía mi profesor de la universidad en una plática imaginaria con Maquiavelo, a quien le preguntaba, cerrando los ojos: “maestro ¿por qué la política es cochina”? Cuya respuesta nos sacaba carcajadas y, al final, una gran reflexión: “la política no es cochina, los cochinos son ustedes” -decía Maquiavelo seguro-. Si el sistema es corrupto y disfuncional, ni un santo se salva. Así de cruel.

 

Luego, entonces, creo que a Claudia le toca decidir si va por el cambio de sistema o insiste -como su antecesor- en preservarlo y esperar a que cada ciudadano cambie por sí mismo. No funcionó para el caso de los criminales, a quienes dio la oportunidad de redimirse; no funcionó para el caso de algunos de sus funcionarios, que lo traicionaron y ocultaron información; no funcionó incluso para sus amigos, que le mintieron y engañaron. La tentación del poder es más fuerte que nuestro débil sistema disfuncional, donde no hay castigo, donde no hay temor a la autoridad, donde no hay pena ni vergüenza ante la sociedad por el mal comportamiento.

 

La necesaria distancia -que no rompimiento- entre Claudia y su antecesor va a darse, aunque sea en silencio, como creo está sucediendo, y cómo creo le gustan las cosas a ella, sin hacer ruido ni escándalos, pero de manera efectiva. Y, sobre todo, sin hacerle el juego a la oposición que, feliz celebra que su adorada amiga la corrupción siga viva y manchando a instituciones sagradas, pues cree que ese mal endémico de México le limpiará la cara ante una sociedad confusa y desorientada. La gran diferencia es y será siempre que hoy la misma presidenta ha denunciado esa corrupción, mientras que en el pasado todos callaban y se volvían cómplices.

 

Es momento de reflexión dentro de Morena, que a gritos pide una primera depuración de aquellos elementos que ponen en peligro el proyecto, pues como siempre, el proyecto importa más que las personas. Es momento de mostrar unidad hacia la presidenta Sheinbaum, quien tiene en sus manos la oportunidad de tomar grandes decisiones, comenzando por trastocar ese sistema corrupto que no deja trascender a México. Es momento de “arreglar” esa sociedad disfuncional que no nos dejar ser y nos obliga a ir por caminos alternos. Es momento de la otra transformación.

 

Mario Alberto Puga

Politólogo y exdiplomático